Etiquetas

jueves, julio 19, 2012

La adolescencia, aquel periodo en el que sientes la necesidad de ponerle etiquetas a todo, nombre, clasificación, que es, de que grupo social, orientación sexual, ¿son pareja?, ¿novios?, ¿follamigos? Las etiquetas nos haces estar seguros, nos hacen tener un punto de apoyo, una especie de soporte que nos ayude a continuar, a saber que son las cosas con la simple finalidad de sentimos seguros pero me pregunto hasta que punto es bueno o malo ponerlas.

Son momento perfectos, relaciones que parecen no acabar nunca, pocos momentos llegan a ser tan sumamente confortables como los que pasas con alguien que, sin saber lo que es, disfrutas cada palmo de tiempo que pasas con ella, es como si no importara el mañana ni importarse el ayer, solo importa ese instante en el que cada palabra que sale por su boca acalora tus sentidos. Desconcertante hasta el punto que te preguntas ¿que hago con esto?, ¿que es esto?, ¿que somos? Somos maduros, personas mayores que no necesitan responder esas preguntas porque ya sabemos las respuestas, respuestas que si se dan van a doler como puñales y que saben sus consecuencias. ¿Pero y qué? Lo necesitas, es algo inherente en ti, una necesitad de preguntar que somos y cuando lo haces, paf, te estrellas contra una pared. La respuesta es esa, la que no quieres escuchar: "Yo tampoco sé lo que somos, no me gusta ponerle etiquetas, pero creo que se puede decir que somos pareja, novios, aunque eso es muy de adolescentes hormonados". En ese momento claro que te alegras pero otra vez ese sentimiento de decepción te corroe, los días siguientes ya sabes lo que son, ese palabra, esa etiqueta, esa manera de encadenarse lo arruina todo, como un muro de calcita que se corroe lentamente. Con el tiempo se desgasta, se deja de ser feliz, dejamos de vivir todos esos momentos que no se quieren olvidar. Esto no es una típica historia de amor, es mi típica historia de amor. Lo dejas, ya no puedes seguir. Tu cabeza se llena de ella como si fuese algún tipo de fluido pegajoso que se adhiere a la superficie de tu cráneo. Son momentos de tal inspiración que la única manera de olvidar a esa persona es convirtiéndola en palabras, en literatura, frases. Se supone que la quieres y lo peor, es que es así, no puedes desacerté de ella y sabes que se irá completamente cuando conozcas a otra, pero no. Vuelve, apetece de nuevo y esa calidez en tus sentidos vuelve a abarcarte. Sigues hablando y parece que todo vuelve a renacer, una brasa casi muerta vuelve a convertirse en un fuego y todo vuelve a su cauce. ¿Sabes cuanto dura? Lo mismo que tu idiotez por volver. Un par de semanas, cuando sientes que estás a gusto otra vez se desmorona y ya sabes que nunca volverá, que nunca debió volver, porque lo pasado, pasado es. Ahora miras al pasado y recuerdas todo lo bueno pero el gran error es.. no recordar realmente como fue, como te partió. Pero te autoculpas por preguntar en aquel momento que somos, pudiendo haber seguido con aquellos momentos de intimidad, de felicidad absoluta. 

Por último quiero decir que esa, suele ser mi historia de amor, de desamor y os dejo una reflexión que tal vez os haya pasado: No intentes de entender a alguien por todos los medios, tal vez de esa manera le estás haciendo daño y tranquilo/a, si te deja no pienses que te vas a morir, en un mar hay océanos y en estos peces mejores y más extraños, tan extraños como tú. Que idiotas llegamos a a ser. 

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