Toxicidad

lunes, junio 15, 2015

¿Hay algo más bonito que compartir la vida? Lo dudo. ¿Hay algo más triste que te contaminen la vida? Lo dudo. ¿Hay algo más triste que maten lo que eres? Lo dudo. ¿Hay algo más triste que darse cuenta de esto último? Lo dudo.No puedo negar que las personas me hacen feliz. Cualquier persona puede alegrarte en algún momento del día, y, por consecuencia, sacarte de algún tipo de agujero, pero jamás dejes que el bien de una persona, en un instante de tu vida, suponga la necesidad imperante de hacerla feliz para lo que tu crees que es "siempre", una palabra tan inicua como la realidad de su significado. 


A veces, sucumbimos a ser postrados como mártires por el simple hecho de idealizar a una persona, o varias, asumimos que tenemos que hacerla feliz a costa de nosotros mismos pero es ahí donde nos convertimos en objeto destructible de un veneno que, poco a poco, corroe lo que construimos tras años. Es bonito hacer cosas por la gente, y más si dentro de esa gente hay alguien especial, o varias persona especiales, pero, sin embargo, no podemos transformarnos en sacos de todas las penas e incertidumbres de otra persona porque, eso, justamente eso, nos deteriora, nos atosiga, nos araña, nos come como persona y ahí es donde dejamos de ser nosotros mismos. 

Dad ese poder a otros y seréis pasto del desastre, de la alienación, de la transformación interna que sufriréis y os estrellaréis, en algún momento de ese desastre, contra la realidad. Haceos, en la justa medida, íntimo amigo del amor propio, porque sino, seréis pisoteados y masacrados o, en su defecto, seréis el saco de boxeo de quien no es capaz de afrontar la realidad a corto plazo.

La toxicidad nos destroza pero se oculta muy bien entre el amor y la amistad. 

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