Corsé Negro

jueves, marzo 29, 2012

Es increíble como los pequeños detalles son los que dan emoción y adrenalina a nuestra vida, sin ellos no podríamos sobrevivir, no sería lo mismo, todos necesitamos disfrutar, obtener placer, sentir como se nos sale el corazón del pecho. Lo que vas a encontrar si sigues leyendo es la descripción de un polvo, un relato erótico sin más, real o no, pero es posible que te inspire para buscar tu propia aventura y si no es así al menos te distraerás un rato.

Era una tarde de diciembre en un centro comercial, como es normal en este mes todo estaba abarrotado de gente, corriendo de una tienda a otra, cargando con bolsas, la calefacción estaba demasiado alta, siempre he odiado ir de compras, pero ella me había pedido que le acompañase a buscar un vestido y por alguna razón había sido incapaz de decirle que no. Comenzamos a visitar las diferentes tiendas, sí, esas tiendas que no hacen más que gritarle a las mujeres lo gordas que están, Zara, Blanco, Bershka, esas... Terminé cansado de ir en busca de ese jodido vestido. Pasamos por delante de una tienda, vendían braguitas, pijamas, tangas, corsés y demás ropa de carácter intimo y erótico. Animé a mi novia a entrar puesto que siempre he querido que tuviese uno de eso corsés. Ella accedió y comenzamos a mirarlos, elegí uno, era negro mate, elegante, sobrio y sin adornos, simple pero sexy. Entró al probador y como es obvio necesitó mi ayuda y enteré con ella. Se quitó la chaqueta y a continuación la camiseta, parecía que estaba viendo venir lo que sucedería después. Se quitó el sujetador y dejó sus pechos al aire, sus pezones comenzaron a endurecerse. Cogió el corsé y se lo  colocó, mientras, yo ajustaba y anudaba las cuerdas. Sinceramente todo era todo increíblemente erótico, y mis hormonas comenzaron a bullir... Se miró al espejo y dijo que le encantaba, que realzaba su figura y sí, la verdad, es que estaba guapísima como una de esas modelos de revista. Me miró a los ojos y nos besamos. Rápidamente le ayudé a quitárselo, se abalanzó sobre mí dando un salto, abrazándome con los brazos y piernas mientras seguía besándome. En aquel momento los dos, sin decir nada, como si nuestras pupilas hubiesen ya decidido lo que iba a pasar, se bajó, se quitó el pantalón y el tanga. Comenzamos a hacerlo, ella se apoyó en la pared, sudamos como nunca. Cambiamos tantas veces de posición como dedos en las manos. Me senté en aquel pequeño asiento que había, ella se sentó mirando  hacía mí, echó sus brazos por mis hombros mientras con la yema de sus dedos acariciaba mi pelo. Mis manos se anudaban a sus caderas mientras hacía que su cuerpo se contonease encima de mis piernas. No dejamos de mirarnos y de besarnos, todo con el máximo de silencio posible, conteniendo nuestras ganas de gemir toda la pasión que había en aquel momento. Todo terminó. Nos miramos y sonreímos como idiotas porque a parte de ser perfecto para ambos fue bonito y una subida de adrenalina increíble.

Esta entrada fue escrita con la colaboración de @Menteenvenenada

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